Casualment, o no, ha caigut a les meues mans el número 36 de la revista Telecos, amb una entrevista a Miguel Ángel Lagunas, director del Centre Tecnològic de Telecomunicacions de Catalunya (CTTC). En voldria destacar l'última pregunta i resposta, que dóna una sorprenent visió com a mínim escèptica sobre les estades estudiantils a l'estranger, en contraposició a la idea general que el millor que pot fer un estudiant és marxar. No cal dir que aquests raonaments m'han fet pensar, ja que fins ara he sigut un ferm defensor de les estades a l'estranger, per motius evidents.
J. Duch: ¿Cómo ve el horitzonte académico y profesional de los ingenieros de telecomunicación catalanes y españoles, desde la perspectiva de Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), fruto de la Declaración de Bolonia?
M. A. Lagunas: El drama es que hace unos años se generalizó la creencia de que se necesitaban más ingenieros de telecomunicación. En el fondo, muchos de quienes lo difundían se referían a ingenieros en precario y no a profesionales con puestos de trabajo estables y remunerados adecuadamente.
El caso es que, justo cuando la poblacion universitaria iba a retroceder, se pasó a multiplicar por
cuatro la oferta universitaria. El resultado es una sobredimensión alarmante del tejido universitario en nuestro ámbito. Además, la precariedad endémica hace que la simulación triunfe sobre la experimentabilidad, la buena ingenieria escasee y que los centros que formación en ingeniería de telecomunicaciones tengan más demanda de formación en gestion y administración que de tecnología. Tal vez es la evolución natural, pero no puedo aceptarlo. Ni tampoco que su mayor aliciente sea aprender un idioma, por lo que me apena ver que los mejores estudiantes abandonan su centro de origen a partir del primer ejercicio de su futura
profesión para ir no se sabe muy bien a hacer qué. Luego, la mayor parte no puede o no quiere volver (en general, lo primero).
En realidad, ese Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) nos ha llegado muy pronto y nos ha alcanzado sin el adecuado margen de maniobra para conseguir que, frente a paises como Suecia o Alemania, el nuestro tenga, no ya una opción clara de captar a sus estudiantes, sino ni tan siquiera a aquellos cuya formación se ha sufragado con nuestros impuestos. No entiendo cómo determinados centros de educación superior pueden alardear de estar enviando estudiantes a otros paises, cuando al mismo tiempo evidencian sus carencias para retenerlos o para captar los de fuera de nuestro país.
Mientras que las ayudas administrativas para irse son generososas, en cambio son inexistentes para quedarse. Resulta también muy curioso observar que ciertas entidades bancarias ofrecen
estudiar en el extranjero. Por lo visto, estudiar aquí (y estoy hablando de buenas universidades) no forma parte de las prioridades de su obra social. Los grandes beneficiarios del espacio europeo serán los que desde hace décadas tienen buenas estructuras universitarias, no los que las tuvieron que improvisar a finales de los años setenta y que además se han gastado los fondos
europeos FEDER más en continentes que en contenidos.
Ahora comprenderá por qué me ilusiona tanto el CTTC. Como en el fondo no dejaré de ser nunca un profesor universitario, lo que hice fue cargarme de argumentos para, fuese cual fuese el resultado (tratando siempre de hacerlo lo mejor posible), superar el reto de incrementar los puestos de trabajo en I+D para que los estudiantes no tuvieran que irse y para animar al sector industrial a hacer lo mismo.
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dimecres, 19 de setembre del 2007
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